martes, enero 15, 2013

The world forgetting, by the world forgot

How happy is the blameless vestal's lot! The world forgetting, by the world forgot. Eternal sunshine of the spotless mind! Each pray'r accepted, and each wish resign'd Alexander Pope “Eloisa to Abelard”
Por un instante, solo por un pequeño instante que duró lo que dura un suspiro, Pedro creyó que había viajado mágicamente en el tiempo. Había descendido del coche del subte D en la combinación laberíntica de la estación 9 de Julio y marchó rumbo norte siempre en las tripas húmedas de Buenos Aires hacia la línea C camino a Constitución. Fue ahí que escuchó la grave voz. ¿Sería posible?, después de tantos años ¿Todavía existían?. Reposado sobre los añejos azulejos verdes del by pass entre las dos líneas un viejo ciego o talvés un mismísimo cronopio pregonaba distorsionadamente la gran oportunidad de ser dueño de dos ballenitas para camisas por tan solo tres pesos tres. Si bien Pedro no tenía ninguna camisa con la posibilidad de alojar este producto no pudo resistir la tentación de concretar la operación comercial de manera inmediata; de alguna forma para Él era como un rescate, una adopción o en el mejor de los casos una resurrección. Quién sabe si acaso de esa manera abría una nueva oportunidad para los objetos en peligro de extinción o sencillamente interfectos y entonces quizá retornarían triunfantes los cassettes de audio, los vasitos telescópicos, el papel secante, los trencitos de chapa, el balero, las traba corbata y las zapatos de charol entre muchos otros objetos y sería el mundo un mejor lugar, un mundo en donde lo muerto seria el olvido.