domingo, octubre 05, 2008

La última nevada

















Manos desfallecidas y serenas
como exangües palomas sin sentido
al vendaval cediendo de las penas;
manos de mifuturo ¡tan temido!
que lleváis fatalmente por las venas
la destructora sangre del olvido.

«A LAS MANOS DE UN ANCIANO»
Tomás Preciado


No queria que sucediera cerca de su familia. Como si fuera un gran elefante blanco Salió y camino hacia el ocaso varios minutos, hasta que la nieve lo envolvió bajo un inmaculado manto de piedad, purificandolo y borrando de su alma todas sus angustias. El viento soplaba y le susurraba al oido una antigua canción de cuna, fue entonces cuando volvió sus titilantes ojos hacia la casa, distante en el horizonte. Solo podía ver un cada vez mas delgado hilo de humo ascender a las alturas, como un reloj de arena a la inversa, constante, irremediablemente finito y fatalmente unido a su propia existencia. Cuando cerró sus ojos la última de sus lágrimas recorrió su pómulo derecho, atravezó su mejilla y murió congelada juntó a su boca, confundiendose con uno más de los serenos e ignorantes copos de la noche.-

jueves, julio 31, 2008

Sueño de invierno





Se desperto. Luego de unos segundos de confusión aún podia sentir el aroma y la textura de su pelo y el calor de su piel. La busco, pero solo habia vacio a su lado en la cama. Si, era Ella otra vez infiltrada en sus sueños. Porque de nuevo despues de tanto tiempo ?, porque Ella le habia dicho que lo amaba y que no la dejara ?, asi, como siempre, mirandolo con sus enormes ojos fijos, con ese aspecto inocente tan de animé como de niña. Se levantó de la cama y el frio del invierno lo despojó de su calor, abrio la ventana y una brisa hizo sucumbir lo que quedaba de Ella, hasta el punto que, afortunadamente, no pudo recordar que habia soñado.-

domingo, julio 27, 2008

Un segundo antes de morir




Entonces lo supo..., siempre había escuchado o leído que en el instante previo a morir pasaba toda la vida de una persona por delante de sus ojos. Pero lo que no imaginaba es que también pasan los olores, sabores y sensaciones, y que se sucedía todo a la vez, mezclados pero cósmicamente armoniosos; el caos ya no tenía significado alguno. Sentía todo en su alma, el olor a las tostadas quemadas de su niñez, el café con leche previo al viaje a la escuela, el pelo mojado de su perro, la crema para después del sol que le puso una tía en una noche de verano de los 80 en Mar del Plata, la gomina glostora, el ruido de los zapatos negros de cuero de 5to grado, el perfume de su maestra María Esther, la última vez que vio a su madre en el hospital, su primer viaje en el autobomba del cuartel, el crujir del piso de madera del salón de la escuela Don Bosco en la tarde que fue por primera vez al cine, todos sus primeros besos y también todos los últimos, todos sus rechazos, todas sus decepciones, y todas las veces que dejo, el sabor de cada una de sus lágrimas y también el de sus amantes, sintió como flotaba en el mar en un atardecer increíble que había olvidado, la vez que se metió a surfear las olas lloviendo en pleno invierno, las pizzetas fritas de su abuela, la cortina musical del programa de radio que escuchaban en el auto junto a su madre esperando que saliera su padre del trabajo, cada uno de sus puntos jugando al basquet, la vez que perdió la final del campeonato de fútbol infantil, revivió todas las charlas con sus amigos, las caminatas por la rambla, los ocasos y los amaneceres. A sus abuelos y abuela, el primer barrilete, los trabajos de plástica, la textura de la brillantina y las plasticolas de colores. Revivio toda su existencia. Sintió tanta satisfacción y felicidad que estalló su pecho, se sintió volar y despojarse de la pesadez de su cuerpo, supo que había sido feliz y había echo feliz, y también supo que su existencia apenas había comenzado.

Morir de amor




E
sa tarde de Domingo fue la última vez que la vió. Mientras se alejaba de la esquina de la plaza un temblor espantoso le recorrió la espalda hasta alojarse en su estómago, se quedo inerte e inmóvil mientras sus lágrimas se confundian bajo una fina llovizna que la calaba la carne y llegaba hasta su alma. El universo no se detuvo, pero si su alegria. Los días se tranformaron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Fingió seguir con su vida, pinto una careta de payaso en su rostro y le cantó a todas las musas; mas el dolor de su corazón nunca desaparecia. Intento una vez olvidarla, desalojarla de su pecho y sus tripas, pero después comprendió que el dolor era lo único que le quedaba de ella. Se aferro a su martirio, nunca renunció a su memoria, sin verla, olerla o sentirla vivió por y para Ella y su nombre fue la última palabra que susurro en el instante de morir, otra tarde lluviosa de Domingo

Emisiones nocturnas




D
iminutos destellos, luces nostálgicas. Brillos terrenales callados y serenos, adornan la noche cargandola de magia. Emisiones nocturnas que susurran nombres al oido, y alumbran el alma con el color de la melancolía. Luciérnagas inmortales, con sangre de neón. Estrellas de colores que cubren lo oscuro y nos llenan de valor...

La extinción de las golosinas preciadas




En los días que corren hoy existen miles de preocupados hombres que se agrupan en defensa de cientos de especies que están en real peligro de desaparecer con el fin de truncar el accionar de los malhechores sin escrúpulos; entonces tenemos que la WWF se ocupa de los Osos Panda; Greenpeace de la Ballena Azul y la Fundación Vida Silvestre Argentina del Tute Carreta, entre otras instituciones nobles en defensa de la Flora y Fauna.

Pero existió un pequeño grupo secreto en la Ciudad de Buenos Aires formado por algunos muchachotes de buen corazón que se hacían llamar (por ellos mismos ante la rigurosidad de su carácter oculto) “La Corporación de guarda de las golosinas preciadas”; Institución que tenía sede en el Barrio de Almagro, sus reuniones eran siempre en las escalinatas del Subte “B”; en horarios cercanos al cierre de la línea; bien es sabido que a esa hora usan el Subte “B” solo sus empleados o algún cadete de alguna empresa del centro que se ha quedado dormido en los vagones. El fin de esta sociedad era la recuperación y conservación de las golosinas que tanto los habían regocijado en la niñez. Sus miembros se tomaban muy en serio tan altruista tarea y en sus reuniones debatían duramente la mejor forma de que se vuelva a vender el Alfajor Suchard negro de tapas duras o el Chicle Jirafa largo en los Quioscos de la Ciudad.

La Corporación era muy organizada; estaba dividida en subcomisiones. En la de bebidas a cargo de un pelirrojo de la calle Yatay tenían como meta recuperar la TAB, los Naranjú originales, la bochita de plástico que venia con jugo de naranja y que luego servia como pelota de fútbol y la Bidú Cola, bebida por la cual realizaron una excursión sin mayor éxito al Oriente (más precisamente Montevideo) ante el rumor de que en la estación de trenes principal de la Capital Charrúa se seguía vendiendo. Había también una grupo encargado de chocolates, masitas y turrones; en la órden del día de sus cuestiones desfilaron entre otros los nombres del Tuby 3 y 4 no lograron ponerse de acuerdo sobre la existencia o no de las versiones 1 y 2), los Alfajores Blanco y Negro, el Prestigio de Coco, los Bits, el Lila Pause, los bocaditos Holanda, el Topolino y el Aero. También existió la subcomisión de cadenas en quiebra, que intento reflotar las acciones de Pumper Nic, Yogurth Time y La Lecherísima.

Los procedimientos para el logro de sus metas fueron de los mas variados; al principio intentaron ganar por cansancio; asistían todos los días a los Quioscos de la zona reclamando por tales productos; luego enviaron notas a las distribuidoras y a las fábricas; incluso los mas osados se anotaron en la carrera de Administración de Empresas y Marketing con el objetivo de ingresar a la Industria de Golosinas, prosperar en las mismas hasta un puesto directivo y llegado el momento dar la inapelable órden de la reposición de todas las golosinas pasadas, al mejor estilo “Piedra libre para todos mis compas”. Pero todo fue en vano…; la insistencia fue inerte, los comerciantes de la zona en su mayoría eran Chinos y todos sabemos de la gran paciencia de los Asiáticos, las distribuidoras les respondieron que seguían órdenes de otras empresas que eran sus dueñas, y que a su vez respondían a un holding de Diarios, en vano fue la mediación aquí de Fatiga, el canillita de Corrientes y Estado de Israel; y los que habían optado por el camino de la iluminación que da el estudio sucumbieron ante el primer corte de luz; los bocharon en la primera materia.

“La Corporación de guarda de las golosinas preciadas” fue un verdadero fracaso; aunque si lograron una única y agridulce victoria.
Una noche de otoño el pelado Alonso llego tarde a la reunión en la estación Ángel Gallardo, pero traía consigo una caja de cartón entre sus brazos. En la caja se leía claramente “Tuby 4”, lo había conseguido en el Puerto, de un embarque rumbo al Oriente Medio, parecía ser que ese preciado bocado de maní y caramelo bañado en chocolate se seguía fabricando solo para el mercado extranjero. Todos se sentaron alrededor de la caja, la abrieron y tomaron un Tuby cada uno; los abrieron y lo engulleron con gran premura…, pero no era lo mismo…, el gusto era igual, pero de alguna manera el sabor era diferente. Esa fue la última reunión de la Sociedad.

Cuando volvieron a sus casas cabizbajos comprendieron que la única manera de que volvieran a sentir el mismo sabor, era hallándose en su niñez, en compañía de sus viejos televisores viendo sus series favoritas, o en tardes de siestas de carnaval en las que la ciudad dormía y ellos salían a regocijarse con su pandilla de amigos a vivir aventuras inolvidables y a degustar los mas sabrosos manjares que las monedas podían comprar en el Quiosco de Don Goyo. Y eso era una tarea imposible de lograr, incluso para el mas puro de los corazones.-

Aparición






La 5:56 hs..., la luz del radio reloj baña levemente el dormitorio de Octavio de un rojo escarlata, no se distingue casi nada, solo algunas formas se adivinan entre las penumbras, las sombras de la noche todavía le ganan claramente la batalla a los tímidos primeros rayos de sol del día.

Un poco más..., me queda media hora, pensó en posición fetal.

Para Octavio esa mañana era diferente. Era Jueves, había en el año un total de 53 días Jueves, pero éste no era un Jueves cualquiera para Él, no porque fuera el comienzo del Invierno (antes siempre le había gustado ese época del año), sino porque se cumplía un año desde su día "D", desde que su vida dio un giro inesperado con la trágica muerte de Martina. Mira el reloj de nuevo 6:12...

Ya falta poco…, susurra a su almohada

Ya la luz que entraba por su ventana deja ver una habitación desprolija y sucia, en el suelo hay ropa arrugada y sobre la mesita de luz un cenicero que no se limpia hace días.
Octavio se había enterado en la oficina de la noticia; poco después del primer cigarrillo de la mañana el "Barba" Jiménez lo había llamado a su despacho, tenía los ojos rojos, Octavio lo primero que pensó que era por la cuenta de "Las Tres Marías", que la estaban perdiendo, pero la realidad fue otra...
Octavio no llego a verla de nuevo con vida, cuando llego al Hospital Italiano pasadas las 10 y media de la mañana Martina había fallecido hacia unos minutos. Un auto había truncado el futuro de ambos, a tan solo cuatro meses de haberse casado. Desde ese otoño Octavio no era el mismo, se había convertido en una sombra del hombre que una vez fué, un espectro aferrado a la nostalgia del pasado.

Las 6:30, suena el despertador..., lo apaga, ya la luz cubre por completo la habitación, la única sombra parece cubrir solo a Octavio quien debate hasta las 6:45 con el cojín rosa sobre la posibilidad de faltar o no al trabajo (con ese cojín que en su momento le pareció absurdo y ahora era una de las tantas cosas que habían sido de ella y que aun se resistían indemnes a la redecoración sugerida por su psicoanalista). Finalmente se resigna a ir; ya que de faltar de todas maneras se hubiera tenido que levantar de la cama para conseguir un certificado para el medico laboral.

7:09 Se viste con la lentitud solemne de siempre, de manera casi mecánica; baja perezosamente las escaleras y toma el café negro sin azúcar de todas las mañana en la taza roja; luego recorta dos pastillas de Rivotril del blister y las guarda en el bolsillo de su camisa; si bien hacía meses había logrado dejar de tomarlas siempre llevaba un par de ansiolíticos consigo a todos lados, así como un asmático lleva su aspirador.

7:52, sale a la calle y siente que el frío le cala los huesos, una fina llovizna cae desde el cielo gris de Buenos Aires, se encoge de hombros y camina en silencio las tres cuadras que separaban su casa de la parada de la línea 17, espera unos minutos...

Y si tomo el subte piensa...

Pero no, en la esquina se dibuja ya el verde y blanco del 17, sube después de un viejo con bastón al transporte y se acomoda a mitad de pasillo, al lado de la ventana en un asiento individual.

Rara vez solía abrir los ojos en el viaje que lo llevaba al trabajo; se había comprado un reproductor de MP3, y como escuchaba siempre la misma playlist sabía exactamente cuando debía sucumbir su retardo voluntario para bajarse del colectivo, y eso era exactamente a la mitad del tema "The Sound of Silent" de Simon and Gurfunken. Pero como esa no era una mañana más decide mantener los ojos abiertos y comienza a mirar por la ventanilla para tratar de distraerse…y ese fue el causante de la serie de eventos que conoceremos a continuación.

El primer disparador fue a las 8:22, una mujer sube en Av. Montes de Oca y Caseros. Lleva un sobretodo negro y al pasar a su lado deja el halo de la fragancia del perfume "Lou Lou" de Cacharell, el mismo que usaba esa mañana Martina, antes de partir hacia su fatal destino. A las narices de Octavio el perfume huele a crueles recuerdos, siente que una melancolía amarga embriaga sus sentidos y su realidad, un vejo de tristeza oscura cae pesadamente sobre el y su aliento cargado de nostalgias pasadas empaña el vidrio de la ventana del colectivo. Es en ese preciso instante en el que a través del turbio vidrio cree ver a Martina, con su sobretodo verde agua y el paraguas amarillo, exactamente en Olavarria y Aráoz de Lamadrid; sin pensarlo, casi como un acto reflejo salta eyectado de su asiento, toca el timbre y baja del colectivo.

Son las 8:25, cuando mira hacia la esquina en donde la había visto, no encuentra nada. Desesperado busca con sus ojos por sobre la indiferente gente, hasta que finalmente a lo lejos, alcanza a distinguir el paraguas amarillo hacia el lado de la calle Suárez, cerca del Moyano. Corre a toda prisa para dar alcance a su esperanza absurda, a esa añoranza irracional, bordea un auto, salta un cantero, esquiva a dos ancianas y finalmente queda a solo un metro de la misteriosa mujer, frente a una vidriera espejada. Entonces se observa un instante en ella, exactamente a las 8:30, duda unas segundos, baja la mirada y al levantarla la mujer ya no esta. Se queda inerte unos segundos, el mundo parece detenerse entonces, finalmente pega media vuelta y se aleja por la calle Herrera. El Sol brilla mucho…, profundamente, como nunca antes…, camina hacia el sol, sintiendo de frente una dulce brisa aliviadora.


REGISTRO MEDICO DE GUARDIA: Siendo las 10:22 hs se declara el fallecimiento del Sr. Octavio Suárez, de nacionalidad Argentina, de 32 años, estado civil Viudo, ingresado a este nosocomio victima de un paro cardiorrespiratorio traumático, causado por un accidente de transito en la calle Herrera. Se da parte a la autoridad competente.

Dr. Miguel Rodríguez
Jefe Guardia
Hospital Fernandez