
Antes de que Él abriera la puerta de su casa se detuvo en seco, paralizado como una liebre que descubre a su depredador. A sus narices llegaba el aroma del perfume que tantas veces soñó sentir de nuevo y entonces supo que la espera había terminado. Abrió la puerta y vio la carta en el piso, al lado de la factura de Gas; inerte, pasiva, de un blanco inmaculado como su guardapolvos de 5to grado, y con la inconfundible letra de Ella. Sintió un pánico exquisito, que hizo que un cosquilleo eléctrico se alojara en la boca de su estómago. Se inclino en cuclillas primero y luego se sentó en el piso, al lado de la perfumada carta, dejando reposar su espalda sobre una de las paredes beige del living. La tomo entre sus manos; acaricio la textura del sobre como si fuera la delicada piel blanquecina de Ella, olió su fragancia una y otra vez de manera casi obscena. Trato de adivinar la cantidad de hojas por el peso; el tipo y color de tinta, la cantidad de oraciones y párrafos, y su contenido. Fantaseó con las disculpas tan ansiadas, con una promesa de retorno y una frase final, tan solo una, que liberaría a su alma y corazón de su monótona y triste existencia… “otra vez te quiero”. Entonces se reincorporo, fue hasta la cocina, tiró la carta cerrada a la basura y nunca mas volvió a pensar en Ella ni a esperar su retorno.-