domingo, julio 27, 2008

Morir de amor




E
sa tarde de Domingo fue la última vez que la vió. Mientras se alejaba de la esquina de la plaza un temblor espantoso le recorrió la espalda hasta alojarse en su estómago, se quedo inerte e inmóvil mientras sus lágrimas se confundian bajo una fina llovizna que la calaba la carne y llegaba hasta su alma. El universo no se detuvo, pero si su alegria. Los días se tranformaron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Fingió seguir con su vida, pinto una careta de payaso en su rostro y le cantó a todas las musas; mas el dolor de su corazón nunca desaparecia. Intento una vez olvidarla, desalojarla de su pecho y sus tripas, pero después comprendió que el dolor era lo único que le quedaba de ella. Se aferro a su martirio, nunca renunció a su memoria, sin verla, olerla o sentirla vivió por y para Ella y su nombre fue la última palabra que susurro en el instante de morir, otra tarde lluviosa de Domingo

2 comentarios:

tween dijo...

este también me lo habías mandado...me encanta. Es tan cordo pero tan circular, no sé si me explico. Es un ciclo para mí :P...
esas tardes lluviosas de domingo ah...cómo hoydía, con la diferencia de que hoy es miércoles. Quiero una antología de Mariano Rodríguez Castellanos en mi belador.

Anónimo dijo...

muy bueno, pero sigo sintiendo ese sensacion de tristeza en vos....