La 5:56 hs..., la luz del radio reloj baña levemente el dormitorio de Octavio de un rojo escarlata, no se distingue casi nada, solo algunas formas se adivinan entre las penumbras, las sombras de la noche todavía le ganan claramente la batalla a los tímidos primeros rayos de sol del día.
Un poco más..., me queda media hora, pensó en posición fetal.
Para Octavio esa mañana era diferente. Era Jueves, había en el año un total de 53 días Jueves, pero éste no era un Jueves cualquiera para Él, no porque fuera el comienzo del Invierno (antes siempre le había gustado ese época del año), sino porque se cumplía un año desde su día "D", desde que su vida dio un giro inesperado con la trágica muerte de Martina. Mira el reloj de nuevo 6:12...
Ya falta poco…, susurra a su almohada
Ya la luz que entraba por su ventana deja ver una habitación desprolija y sucia, en el suelo hay ropa arrugada y sobre la mesita de luz un cenicero que no se limpia hace días.
Octavio se había enterado en la oficina de la noticia; poco después del primer cigarrillo de la mañana el "Barba" Jiménez lo había llamado a su despacho, tenía los ojos rojos, Octavio lo primero que pensó que era por la cuenta de "Las Tres Marías", que la estaban perdiendo, pero la realidad fue otra...
Octavio no llego a verla de nuevo con vida, cuando llego al Hospital Italiano pasadas las 10 y media de la mañana Martina había fallecido hacia unos minutos. Un auto había truncado el futuro de ambos, a tan solo cuatro meses de haberse casado. Desde ese otoño Octavio no era el mismo, se había convertido en una sombra del hombre que una vez fué, un espectro aferrado a la nostalgia del pasado.
Las 6:30, suena el despertador..., lo apaga, ya la luz cubre por completo la habitación, la única sombra parece cubrir solo a Octavio quien debate hasta las 6:45 con el cojín rosa sobre la posibilidad de faltar o no al trabajo (con ese cojín que en su momento le pareció absurdo y ahora era una de las tantas cosas que habían sido de ella y que aun se resistían indemnes a la redecoración sugerida por su psicoanalista). Finalmente se resigna a ir; ya que de faltar de todas maneras se hubiera tenido que levantar de la cama para conseguir un certificado para el medico laboral.
7:09 Se viste con la lentitud solemne de siempre, de manera casi mecánica; baja perezosamente las escaleras y toma el café negro sin azúcar de todas las mañana en la taza roja; luego recorta dos pastillas de Rivotril del blister y las guarda en el bolsillo de su camisa; si bien hacía meses había logrado dejar de tomarlas siempre llevaba un par de ansiolíticos consigo a todos lados, así como un asmático lleva su aspirador.
7:52, sale a la calle y siente que el frío le cala los huesos, una fina llovizna cae desde el cielo gris de Buenos Aires, se encoge de hombros y camina en silencio las tres cuadras que separaban su casa de la parada de la línea 17, espera unos minutos...
Y si tomo el subte piensa...
Pero no, en la esquina se dibuja ya el verde y blanco del 17, sube después de un viejo con bastón al transporte y se acomoda a mitad de pasillo, al lado de la ventana en un asiento individual.
Rara vez solía abrir los ojos en el viaje que lo llevaba al trabajo; se había comprado un reproductor de MP3, y como escuchaba siempre la misma playlist sabía exactamente cuando debía sucumbir su retardo voluntario para bajarse del colectivo, y eso era exactamente a la mitad del tema "The Sound of Silent" de Simon and Gurfunken. Pero como esa no era una mañana más decide mantener los ojos abiertos y comienza a mirar por la ventanilla para tratar de distraerse…y ese fue el causante de la serie de eventos que conoceremos a continuación.
El primer disparador fue a las 8:22, una mujer sube en Av. Montes de Oca y Caseros. Lleva un sobretodo negro y al pasar a su lado deja el halo de la fragancia del perfume "Lou Lou" de Cacharell, el mismo que usaba esa mañana Martina, antes de partir hacia su fatal destino. A las narices de Octavio el perfume huele a crueles recuerdos, siente que una melancolía amarga embriaga sus sentidos y su realidad, un vejo de tristeza oscura cae pesadamente sobre el y su aliento cargado de nostalgias pasadas empaña el vidrio de la ventana del colectivo. Es en ese preciso instante en el que a través del turbio vidrio cree ver a Martina, con su sobretodo verde agua y el paraguas amarillo, exactamente en Olavarria y Aráoz de Lamadrid; sin pensarlo, casi como un acto reflejo salta eyectado de su asiento, toca el timbre y baja del colectivo.
Son las 8:25, cuando mira hacia la esquina en donde la había visto, no encuentra nada. Desesperado busca con sus ojos por sobre la indiferente gente, hasta que finalmente a lo lejos, alcanza a distinguir el paraguas amarillo hacia el lado de la calle Suárez, cerca del Moyano. Corre a toda prisa para dar alcance a su esperanza absurda, a esa añoranza irracional, bordea un auto, salta un cantero, esquiva a dos ancianas y finalmente queda a solo un metro de la misteriosa mujer, frente a una vidriera espejada. Entonces se observa un instante en ella, exactamente a las 8:30, duda unas segundos, baja la mirada y al levantarla la mujer ya no esta. Se queda inerte unos segundos, el mundo parece detenerse entonces, finalmente pega media vuelta y se aleja por la calle Herrera. El Sol brilla mucho…, profundamente, como nunca antes…, camina hacia el sol, sintiendo de frente una dulce brisa aliviadora.
REGISTRO MEDICO DE GUARDIA: Siendo las 10:22 hs se declara el fallecimiento del Sr. Octavio Suárez, de nacionalidad Argentina, de 32 años, estado civil Viudo, ingresado a este nosocomio victima de un paro cardiorrespiratorio traumático, causado por un accidente de transito en la calle Herrera. Se da parte a la autoridad competente.
Dr. Miguel Rodríguez
Jefe Guardia
Hospital Fernandez
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